Santa tell me

 

Los años fueron destiñendo su barba hasta que se tornó de un muy gris casi blanco, blanco navidad. Y como cada día, se vistió con sus mejores galas para ir a la pequeña cafetería cerca de su casa. Quién lo diría, jamás imaginó que esa sería su última tarde tomando café como hacía habitualmente, en la calle.

Salió galante y cortés con su señora esposa, ella también bien ataviada. Hacía calor por lo que no iban abrigados y a pesar de que el rojo era el color favorito de la pareja, vestían tonos fríos, quizás para apaciguar el extraño clima de marzo en Canarias. 

Sin duda no era Navidad, pero él llevaba caramelos en el bolsillo para repartir a los niños y niñas del barrio. Estos pequeños y pequeñas lo llamaban, Papá Noel. No se encontraba bien, desde hacía mucho, pero le pudo el miedo y prefirió no pensar en ello y salir para repartir sonrisas.

Allí pasaron la tarde, junto a sus amistades. En el rincón de la tercena juventud, pues tampoco eran tan mayores. 78 años tenía y su señora quizás más o quizás menos, nunca lo sabremos, porque es un secreto que está metafóricamente guardado bajo llave, pero esa es otra historia.

Al día siguiente comenzaba el confinamiento por la maldita pandemia. Pero bueno, todavía le quedaba su maravilloso balcón. Balcón de la casa que le vio nacer, en su barrio de El Toscal. De vez en cuando, al ver pasar a los vecinos y vecinas que acudían al supermercado o a la farmacia, les bajaba en una cestita los caramelos para sus pequeños/as, para endulzarles aquellos momentos tan difíciles. 

Cuando todo pasara, volvería a acudir a tomar café y charlar con los "antiguos" toscaleros. No fue así. No volvió a salir hasta agosto, pero lo hizo para acudir al hospital donde su vida se apagó.

¡Qué no cunda el pánico!, este Papá Noel no era el de verdad, pero aunque no fuera el auténtico, los vecinitos y vecinitas, lloraron su pérdida. La verdad, es que él, ayudó mucho al auténtico Santa en la labor de propagar la ilusión y la magia navideña. 

Este año, los niños y niñas no podrán sentarse en su rodilla para pedirle regalos (Caramelos siguen recibiendo porque la señora Noel, no ha perdido la costumbre) pero tendrán una estrella que brillará por todos/as en el firmamento.

Quizás el 2020 se está encargando de que perdamos lo que nos queda de espíritu navideño a los adultos/as, pero nuestras criaturas, merecen acabar el año con alegría, ilusión y mucho, pero que mucho, AMOR. 

Este año podemos ser elfos y elfas como dice el ya conocido anuncio y repartir sonrisas, si no nos quedan caramelos. 


                                                                        ¡Felices fiestas!


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